LA SEGURIDAD VIAL: Otro problemático escenario de amplio potencial para la criminología
Sergio Alejandro Useche Hernández
Psicólogo, egresado de la Universidad Nacional de Colombia. Magíster en Psicología de la Universidad de los Andes (Colombia).
Afiliado Asociación Colombiana de Criminología
El nuevo año trae consigo la publicación de alarmantes cifras de accidentalidad y morbimortalidad (muertes y lesiones graves) en las vías de Colombia y casi cualquier otro país de América Latina. El pasado año 2012 nos dejó la amarga cifra de al menos 30.000 accidentes graves de tránsito en todo el territorio nacional y, según las primeras estimaciones de la Policía de Tránsito, al menos 5.000 muertos y 30.000 personas con lesiones de consideración.
Y es que la atribución social que suele suceder a un accidente de tránsito es la de algo que ocurre accidentalmente, como si el ser humano actuase por azar o su interacción con el entorno fuese absolutamente pasiva (Montoro, Alonso, Esteban & Toledo, 2000). Esto sumado a que, en Colombia y otros países de la región, el análisis accidentológico (aquel orientado a conocer las causas reales de los accidentes) es más que deficiente en definición, método y producto, lo cual contribuye a potencializar el imaginario erróneo de que las mejoras en prevención y seguridad vial son utópicas o (en su mejor perspectiva) poco probables.
Ronda en las columnas de opinión el supuesto de que la educación en crecimiento (a nivel de cobertura y calidad) está asociada positivamente con la reducción del delito en las sociedades. Algunos comentarios sobre la educación como fuente de reducción de la criminalidad, en este caso en el contexto vial:
En una investigación reciente del Observatorio del Delito de la Policía Nacional de Colombia se encontró que tan sólo el 28% de los conductores colombianos tiene un nivel educativo alcanzado superior al bachillerato; aún más, el 18% de las personas que conducen por las vías colombianas alcanza tiene un nivel de educación primaria o no ha estudiado.